Michel Onfray. Una escuela libertaria y elitista para todos
Nacido en 1959, Michel Onfray dejó la enseñanza en las instituciones públicas para fundar en la localidad de Caen la Universidad Popular. Defensor de una concepción de la vida hedonista y libertaria, ofrecemos a los lectores de Polémica esta breve entrevista publicada en Le Monde de l' Education en agosto de 2005.
LME: En su obra La communauté philosophique usted escribe que «el pedagogo libertario trabaja para su realización personal y cultiva el poder interrogativo de toda subjetividad». ¿Por qué esta concepción se encontraba agotada en el aparato escolar, cuando todavía existen ciertos profesores que consiguen despertar y responder al deseo de saber de los alumnos?
MO: La institución escolar es esquizofrénica: mantiene un discurso determinado, pero tiene una práctica en las antípodas del propio discurso. El discurso es el siguiente: la escuela forma la inteligencia, construye individuos cultivados cuyo saber les permitirá desenvolver juicios esclarecidos, enseña a leer, a escribir, a hacer cuentas, a pensar, forma al ciudadano y lo educa para la libertad. Pero, de hecho, en la práctica, cultiva la negligencia de la inteligencia para privilegiar el ejercicio de la memoria y la repetición en función de un programa hecho para eso. La educación nacional enseña, sobre todo, la sumisión, la docilidad, la hipocresía y lo artificial. Sólo así se puede explicar que en el curso de 7 años de enseñanza del inglés se consiga hacer tan pocos jóvenes bilingü̈es. Lo que se aprende durante aquellas horas interminables de aprendizaje de lenguas no es más que el arte de funcionar dentro de la máquina, que permita el acceso a un nivel superior, y la producción de diplomas útiles para integrarse en el mundo social.
LME: ¿Cuál es la genealogía de esa educación libertaria que usted defiende? ¿Sería la continuación de una tradición que va de Epicuro a Freinet?
MO: Si el término libertario significa «el que educa en libertad» o «el que hace de la libertad el bien supremo», podríamos encontrar los primeros precedentes en la mayéutica socrática, el arte de desarrollar las potencialidades de cada cual y convertirlas en realidades tangibles; podemos continuar con Diógenes y los filósofos cínicos, que usaban un bastón para los que necesitasen un amo; proseguimos con Erasmo, inmenso, y, desde luego, Montaigne, al que tanto debemos a la hora de hablar de educación y tantas otras materias; pasamos después a Nietzsche, que enseña que un buen maestro es aquel que aprende aquello que se desprende de sí. Sería necesario, también, referirse a autores libertarios como Max Stirner y aquel Falso principio de nuestra educación, a Sebastián Faure, que aplicó su método en la escuela La Ruche, y también a A.S. Neill y sus «jóvenes libres de Summerhill», que me hicieron desear ser profesor antes de desilusionarme en la Escuela Superior de Educación. Sería necesario referirse también al excelente libro Advertencia a los estudiantes de Raoul Vaneigem
LME: Una cierta concepción de la pedagogía libertaria, especialmente la que defiende la espontaneidad del alumno ¿no haría el juego al «nuevo espíritu del capitalismo» que pretende apoyar la participación de los «actores», y contribuiría a la creación del idiota útil del neoliberalismo?
MO: Tienes razón... Yo soy un ardiente defensor del mayo del 68 y del espíritu de ese mayo que se definía como una revolución metafísica antiautoritaria. Los dominados pusieron en tela de juicio la dominación. Las parejas tradicionales: mujeres/hombres, jóvenes/viejos, empleados/patrones, esposas/maridos ... dejaron de tener un estatuto divino. Y todo eso fue algo muy bueno. Pero a la negación de los viejos valores no se siguió una afirmación. Los valores libertarios, por ejemplo, merecerían más que los simples elogios de indolencia, espontaneidad, naturalidad... para que esta renuncia a la memoria, al esfuerzo, al trabajo, a la cronología, y a todas esas categorías consideradas reaccionarias hicieran efectivamente el juego al poder, que prefiere tener un rebaño de gente inculta y embrutecida que individuos pertrechados de saber y cultura. La pedagogía libertaria no es la pedagogía liberal posterior a los años 60, que deja al joven libre en la clase, a la vez que da plenos poderes a la competición entre clases sociales, y que es en sí misma generadora de reproducción social...
LME: «Pasamos de una educación autoritaria a una educación clientelar», escribe Vaneigem en un texto reciente, Modestes propositions aux grevistes (ed. Verticales, 2004). «El adoctrinamiento suscitaba, por lo menos, a la revuelta; la propaganda estimulaba a lo opuesto, al deseo de pensar de otra forma. El fetichismo del dinero debilita al pensamiento que ruge e incomoda» ¿Concuerda con este análisis?
MO: Vaneigem es un amigo que me estimula –¡y acaba por sobrepasarme por la izquierda!– Pero no comparto su optimismo, que está en la génesis de su radicalismo político. A mi entender, la autoridad produce una sumisión masiva y, en mayor o menor grado, el temor y el deseo de servidumbre voluntaria. La revuelta no es generada por la dictadura –si así fuera sería conveniente desear la dictadura en cuanto momento dialéctico de las revueltas lógicas...– no obstante, para los temperamentos rebeldes, insumisos, generados por razones existenciales que suponen un psicoanálisis a la manera sartreana (descubrir el proyecto original), ello nos permitiría comprender. Conocí periodos de mi vida, especialmente los 7 años de pensionado, cuatro de los cuales en un orfanato de los salesianos, que hicieron de mi aquello que soy hoy, pero que también han hecho una multitud de individuos castrados de la vida y orgullosos de su ser. Una misma causa no produce los mismos efectos dichosos en todos nosotros. Es necesario tomar en consideración el placer de estar sometido, tal y como lo experimentan tantas personas...
LME: Procurando retomar lo mejor de lo que se encuentra en las tertulias de los cafés filosóficos yen las universidades Oa libertad de los primeros y la seriedad de los segundos) al mismo tiempo que rechazando lo que hay de peor en cada cual (el desbordamiento de unos y la sequía de otros) decidiste fundar la Universidad Popular de Caen, así como también con el propósito de retomar y continuar el ideal nacido en la época del affaire Dreyfus. ¿En que medida es ésta un medio para luchar contra la situación de crisis por la que atraviesa Francia: miseria social, racismo, bloques nacionales-populistas, etc.?
MO: El saber es un poder. Dicho esto, es necesario un saber específico susceptible de permitir la liberación y combatir la alienación. La filosofía no es de hecho un instrumento de liberación: enseñar las ideas platónicas, hablar de la ciudad de Dios de San Agustín, de las tesis tomistas, de la apuesta de Pascal, del ocasionalismo de Malebranche, de la angustia de Kierkegaard y de tantas otras materias de la historia de la filosofía, ayuda más a mantener el poder instalado y permitir el dominio del cristianismo que a emancipar al aprendiz en filosofía ... De ahí el interés en enseñar un saber clásico, pero de manera alternativa, esto es, crítica. La subversión cínica, el hedonismo cirenaico, la liberación epicúrea, la alegría gnóstica, están en la antigü̈edad, son ilustraciones de saberes antiguos. Se trata, pues, de hablar de los saberes clásicos pero de forma alternativa: mostrar que el concepto erróneo presocráticos desvaloriza a los predecesores de Sócrates, presupone una interpretación platónica de la historia de la filosofía; explicar las razones del materialismo de Demócrito (cuya obra completa Platón quería quemar en un auto de fe)... Estos saberes permiten construir una inteligencia crítica, pero también realizar un trabajo sobre otras materias, especialmente las que están asociadas a esa crisis a la que te has referido.
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