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Polémica

Movimientos sociales

El Movimiento de Transición.

El Movimiento de Transición.

Juan DEL RÍO

La actual crisis económica ha destruido la ilusión del consumo ilimitado para la gran mayoría de la sociedad occidental, pero a pesar del descalabro, son muchos los que todavía se empeñan en creer a los oráculos del sistema que insisten en que, muy pronto, volverán los tiempos de bonanza y vacas gordas y, ciegos ante la cruda realidad, niegan la necesidad de un cambio radical que pueda garantizar nuestra supervivencia.

 

Como autoorganizarse para cambiar el paradigma del consumismo en un mundo complejo y finito

Os propongo un pequeño ejercicio. Levantad la mirada y observad atentamente a vuestro alrededor. ¿Qué veis? ¿Existe alguna relación entre los objetos, personas o cosas que os rodean? ¿Qué relación tenéis con vuestro entorno?

Así es, vivimos en un mundo basado en la interdependencia. Cada uno de los elementos existentes depende de una u otra manera de otros elementos, formando así sistemas de todo tipo y escala, que a su vez se relacionan entre sí. Por ejemplo, no podemos entender la economía si no es dentro de una sociedad, y a su vez no puede existir ninguna sociedad si no es dentro de un medio natural que lo sustenta. Es ésta visión sistémica la que nos permite comprender que no somos seres aislados del mundo físico y natural, sino que formamos parte de sistemas socio-ecológicos complejos y dinámicos. En otras palabras, pueblos, ciudades o comunidades habitadas por personas y otros organismos vivos, que se encuentran en continua evolución y donde abundan las propiedades emergentes, existe un elevado grado de incertidumbre y los cambios pueden ser irreversibles.

Un concepto clave para comprender el funcionamiento de los sistemas socio-ecológicos, nuestras comunidades, es la resiliencia. Entendemos por resiliencia la capacidad, inherente a cualquier sistema, de absorber los choques externos y reorganizarse mientras se produce el cambio, de manera que el sistema mantiene esencialmente la misma función, estructura e identidad.[i]

Existen evidencias científicas, como el informe sobre los límites del equilibrio planetario,[ii] promovido por el Stockholm Resilence Centre, que nos demuestran que nuestro sistema socioeconómico está sobrepasando la capacidad de carga de nuestro planeta alterando gravemente el sistema Tierra. Consecuencias actuales de esta relación disfuncional, dominante entre la sociedad industrial y la naturaleza, son el cambio climático, la desaparición acelerada de la diversidad cultural y natural del planeta, y con ello la disminución alarmante de la resiliencia, y las crisis sociales y económicas asociadas.

Efectivamente, el hambre extrema en el cuerno de África, la catástrofe de las centrales nucleares en Japón, el gran aumento de las desigualdades sociales, el crecimiento poblacional, el agotamiento de los recursos, el cambio climático, etc. son parte de una misma crisis. Una crisis de sostenibilidad global, y de percepción de la realidad, que tiene su origen en el desarraigo con la naturaleza y en el consecuente ímpetu de nuestra sociedad por controlarla. Una sociedad basada en el crecimiento acelerado y el consumismo desmesurado de todo tipo de recursos. Por ello, la recuperación de un equilibrio global pasa por la reconstrucción de resiliencia socioambiental mediante el decrecimiento consciente de nuestras economías y la relocalización de nuestros modos de vida, y para conseguirlo es necesario transformar nuestra relación con el entorno natural, con los otros y con nosotros mismos. Lo que implica, como señala el filosofo Jordi Pigem, una transición cultural, es decir un cambio de mentalidad y valores.[iii]

Una sociedad adicta al petróleo

Sin petróleo barato no estarías leyendo este artículo ahora. No se podrían haber escrito estas palabras en un ordenador y no se podría haber impreso la revista que tienes ahora en tus manos. La mayoría de cosas a nuestro alrededor dependen del petróleo barato para su manufacturación y transporte: nuestros muebles, nuestro entretenimiento, nuestra comida, nuestras medicinas, nuestra casa,… Efectivamente, nuestro bienestar y riqueza económica están directamente relacionados con el petróleo y es justamente esta gran adicción por la poción mágica de nuestros tiempos la que nos hace tan vulnerables.

El pico de producción del petróleo o peak oil, punto a partir del cual disminuye su producción, significa que a partir de ese momento la disponibilidad va a ir reduciéndose de manera gradual pero continua. Atendiendo al comportamiento de los yacimientos actuales y de los nuevos descubrimientos petrolíferos, los diferentes estudios científicos lo sitúan entre el 2007 y el 2015.[iv] Sin embargo, en este caso, lo verdaderamente importante no es la fecha exacta, dado que se trata de un hecho inevitable, sino el hecho de que ocurrirá pronto y aun no hemos empezado ni a pensar realmente en ello ni a organizarnos para ello. En palabras del investigador Richard Heinberg, el peak oil, debido a nuestra extrema dependencia del petróleo, a su demanda creciente y a que no hay perspectivas de encontrar un sustituto mejor, se trata del mayor reto social y económico desde la revolución industrial.[v]

El mundo está cambiando; caminemos juntos

Albert Einstein decía que «los problemas no pueden resolverse con la misma visión que los creó». Siguiendo ese cambio de mentalidad existen un cada vez más amplio abanico de iniciativas y movimientos, que trabajan a diferentes escalas y con diferentes enfoques por un objetivo común: la transición hacia un modelo de desarrollo social y ambientalmente justo y sostenible. Cooperativas de consumo, centros sociales, el movimiento del Decrecimiento,[vi] o el movimiento Transition Towns[vii] son sólo algunos ejemplos. Sin embargo, hasta ahora, la dispersión de estos movimientos y a veces su estrecha mirada ha hecho que, en vez de trabajar conjunta y complementariamente, se aislasen perdiendo así gran parte de su fuerza y alcance. Por todo ello, en estos momentos cruciales de la historia, resulta imprescindible ampliar esa mirada viendo la problemática socioambiental desde una perspectiva sistémica, buscando la manera de conectarse y colaborar, aumentando así la masa crítica y favoreciendo el aprendizaje entre unos y otros.

Es ese enfoque inclusivo e integral es el que persigue el Movimiento de Transición y uno de los aspectos que lo emparenta con el reciente Movimiento del 15M. Con un carácter eminentemente práctico y propositivo el Movimiento Transition Towns, que se centra en las problemáticas interrelacionadas del pico de producción del petróleo y el cambio climático, y que enfoca su respuesta hacia la reconstrucción de resiliencia comunitaria, está sabiendo ejercer de paraguas y pegamento de forma que iniciativas muy diversas trabajen conectadas y comiencen juntas el proceso de cambio.

El concepto de transición

El concepto de transición parte del intento de aplicar el diseñó de la permacultura[viii] a asentamientos y ciudades. Su germen aparece en el 2005 con el proyecto Kinsale 2021,[ix] producto de un curso bianual de permacultura impartido por Rob Hopkins, posterior cofundador del movimiento Transition Towns. Dicho proyecto piloto supuso el primer intento de llevar a cabo un plan participativo e integral de descenso energético (EDAP),[x] en el que se trabajaba visionando un futuro positivo y autosuficiente en un mundo sin petróleo, para la población sudirlandesa de Kinsale. Poco después, se creaba en Totnes, un pueblo del suroeste de Inglaterra, la primera iniciativa en transición, Transition Town Totnes.[xi]

Desde ese momento, e impulsadas por la posterior creación de la Transition Network[xii] (Red de iniciativas en Transición) y la publicación del Transition Handbook[xiii] (Manual para la Transición), las iniciativas en transición han ido emergiendo y evolucionando en todo el mundo a partir del trabajo a nivel comunitario, y con las siguientes premisas:

  • Que la vida con un descenso dramático del consumo energético es inevitable y, por tanto, mejor prevenir que ser cogido por sorpresa.
  • Que la falta de resiliencia social actual hace que en estos momentos nuestras comunidades no estén preparadas para afrontar los choques que provocará el pico de producción del petróleo.
  • Que debemos actuar colectivamente y debemos hacerlo ahora.
  • Que dando rienda suelta a la creatividad de la comunidad podemos proactivamente diseñar nuestro descenso energético y construir modos de vida más interrelacionados y ricos que reconozcan los límites físicos de nuestro planeta.

Un reto colectivo

Efectivamente la transición es un gran reto colectivo que implica actuaciones a muy distintos niveles. Jóvenes y mayores, instituciones, comerciantes y sociedad civil, en general, deben actuar conjuntamente dando rienda suelta a su creatividad, y éste es uno de los grandes logros del movimiento de transición: conseguir, mediante la creación de redes, el uso de dinámicas participativas, el ejemplo práctico y el visionado conjunto de un futuro posible y mejor, la paulatina inclusión de los diferentes actores en el proceso de cambio.

El movimiento de transición nos enseña lo importante que es asociar imágenes, para así tener una visión clara sobre cómo queremos que sea nuestro futuro. ¿Qué pasaría si en vez de imaginarnos un futuro lleno de desastres y catástrofes le diésemos la vuelta y lo viésemos como un futuro lleno de extraordinarias oportunidades? Oportunidades de reinventar, repensar y reconstruir un futuro abundante en tiempo, en salud y en felicidad. Un futuro más local, comunitario y autosuficiente. Para ello como indica R. Hopkins,[xiv] es necesario crear nuevas historias y mitos que nos permitan avanzar en las próximas décadas, como por ejemplo de la ciudad que tiene su propia moneda o del pueblo que cambia los aparcamientos de coches por huertos comunitarios. En definitiva, historias de la comunidad que descubre que vivir con menos es vivir mejor.

Autoorganización

Cada iniciativa de transición, formada por gente corriente, como tú y como yo, se autoorganiza, mediante la creación de grupos de trabajo autónomos, sobre aspectos diversos como alimentación, educación, energía, psicología del cambio, etc. A partir de ahí las iniciativas ponen en práctica todo tipo de soluciones, creíbles y adaptadas a su contexto, para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y recuperar la resiliencia de su comunidad: huertos urbanos, sistemas de trueque y monedas locales, talleres de reciclaje y recuperación de saberes tradicionales, proyectos de bioconstrucción y aislamiento de casas, creación de bancos de semillas, asesorías de vulnerabilidad al petróleo para los comercios, proyectos sobre energías renovables, cuentos de transición, ferias ecológicas, guías de comida local, plantación de árboles frutales, o la creación de un plan integral de descenso energético (EDAP).

La evolución del Movimiento de Transición

Este es un movimiento joven y en pleno crecimiento. Continuamente, de manera viral y autoorganizada, nuevos grupos locales se adhieren a la idea de comenzar la transición por todo el mundo. Actualmente, aunque la mayoría de iniciativas se encuentran en países anglosajones como Reino Unido, Irlanda, USA, Australia o Nueva Zelanda, ya hay grupos en 31 países como son: Japón, Chile, Portugal, Francia, Finlandia, Alemania, Italia o España. A día de hoy existen ya cerca de 400 iniciativas oficiales y más de mil que están empezando a trabajar en ese mismo camino. Existen pueblos, barrios, ciudades, islas, penínsulas y bosques en transición, cada uno con sus propios proyectos, con su propia personalidad. Continuamente surgen nuevas publicaciones y películas en torno al movimiento Transition Towns, consiguiendo que el concepto de transición, hace un par de años casi desconocido, hoy día esté de total actualidad. En España se encuentra en sus inicios y en plena expansión. La creación de la wiki para el movimiento de transición en habla hispana,[xv] publicaciones como «De la idea a la acción: aprendiendo del movimiento Transition Towns»[xvi] o la emisión de documentales como «Pueblos en Transición»,[xvii] han ayudado de manera muy importante al mejor conocimiento del movimiento y a su dispersión por el territorio. Actualmente existen grupos de trabajo en torno a la transición en unas 20 localidades españolas: Barcelona y Vilanova i la Geltrú, Zarzalejo (Madrid), Mancor del Vall (Mallorca), Vitoria Gasteiz y Coín (Málaga), entre otras.

El concepto de transición, como quedó patente en la última conferencia internacional sobre Transition Towns que tuvo lugar del 9 al 11 de Julio de este año,[xviii] está en continua evolución. Participantes de 12 paises y debates sobre activismo y transición, sobre la necesidad de incluir la crisis financiera entre uno de sus objetivos, la adaptación de sus principios a contextos de pobreza como las favelas de Brasil, o la discusión de todo lo sucedido en las plazas europeas,[xix] mostraron la abertura de un movimiento que está sabiendo adaptarse a nuevos contextos y realidades.

15-M y Movimiento de Transición

Mención especial en el momento de cambio que vivimos, tiene el despertar que ha supuesto el movimiento 15M. En apenas unos días las plazas de España y otros países del mundo se llenaron de gente de todo tipo, proclamando de manera masiva y pacífica su indignación frente a un sistema injusto, dominado por bancos, grandes empresas y gobiernos corruptos. Y, ¿qué mejor manera de hacerlo que con el ejemplo? Niños, jubilados, estudiantes, trabajadores y parados, que dejando de lado sus pequeñas diferencias se pusieron manos a la obra para diseñar y construir a través de la creatividad, la cooperación y la autoorganización, pequeñas comunidades semiautosuficientes en el centro de las ciudades. Comedores, populares, cuidado sanitario, múltiples grupos de trabajo, guarderías, huertos, el uso de la democracia participativa y horizontal o de los principios de la permacultura, o las múltiples actividades culturales, fueron claros ejemplos de que la gente quiere un modelo de vida diferente y que es posible. ¿Acaso no es este un ejemplo increíble de transición?

Lo sucedido en tantas plazas, incluido Wall Street mientras escribo estas líneas, se trata de un gran experimento de transición social, que pese a lo efímero, a puesto a la sociedad de muchos países en plena efervescencia. Pero ¿cómo continuar este cambio? No existen respuestas concretas y evidentemente dependerá de cada lugar y situación, pero lo que está claro es que el movimiento de transición puede tiene un papel crucial en este proceso global de cambio, aportando su visión, metodologías y herramientas, para canalizar constructivamente la indignación actual.

Por un cambio de paradigma

Sabemos que la recuperación de un equilibrio global pasa por la reconstrucción de resiliencia mediante el decrecimiento consciente de las economías, la relocalización de nuestros modos de vida y la reconexión con el medio natural, y que para ello es imprescindible un gran cambio cultural. Donella Meadows[xx] nos explica, que el punto clave en el que hay que actuar para que cambie un sistema es en el cambio de paradigma, es decir aquellas ideas compartidas y asunciones que dan forma a la cultura, que la guían. Cambiar el paradigma consumista actual por el paradigma del «menos es mejor», el de la sostenibilidad, supone un reto inmenso que no puede esperar.

Con ese objetivo y centrándose en el declive del petróleo y en la necesidad de vivir de manera más autosuficiente, el movimiento de transición nos llama a actuar colectivamente, de manera creativa y huyendo del catastrofismo. Nos invita a reaprender y a cambiar nuestros valores: la competitividad por la cooperación, el individualismo por la comunidad, lo lejano por lo local. Nos infunde ánimo para que conjuntamente visionemos y diseñemos nuestro futuro. Nos explica que esta ilusionante, aunque larga, transición de paradigma puede ser increíble. Y nos dice que definitivamente hay que de dejar las diferencias de lado y ponerse ya manos a la obra porque es el momento de pasar todos juntos de la indignación a la acción.

Notas


[i] Walker, B., Hollinger, C.S., Carpenter, S.R. and Kinzing, A. (2004) «Resilience, Adaptability and Transformability in Social-ecological Systems» Ecology and Society.9 (2) p.5.

[ii] Rockström, Johan; W. Steffen, K.; Noone, [et al.] (2009). «Planetary Boundaries: Exploring the safe operating space for humanity», Ecology and Society 14(2), p 32.

[iii] Pigem, J. (2010) «Revalorar el món: els valors de la sostenibilitat» Consell Assessor per al Desenvolupament Sostenible de Catalunya.

[iv] Datos del Oil Depletion Analysis Centre. (http://www.odacinfo. org). Mirar también: http://www.hubbertpeak.com/

[v] Heinberg, R.(2003) «The Prty’s Over, War and the Fate of Industrial Societies». New Society Publishers.

[vi] www.decrecimiento.es

[vii] T. www.transtiontowns.org

[viii] Holmgren, D. (2003). «Permaculture: principles and pathways beyond sustanaibility».Holmgren Design Services.

[ix] http://transitionculture.org/wp-content/uploads/kinsaleenergydescentactionplan. pdf

[x] Energy Descent Action Planning

[xi] http://www.transitiontowntotnes.org/

[xii] http://www.transitionnetwork.org/

[xiii] Hopkins, R. (2008). «The Transition Handbook.From oil dependency to local resilience».Totnes. Green Books.

[xiv] http://www.ted.com/talks/lang/spa/rob_hopkins_transition_to_a_world_without_oil.html

[xv] http://movimientotransicion.pbworks.com. Del Río, J. (2009) «De la idea a la acción: aprendiendo del movimiento TransitionTowns» Máster en Sostenibilidad de la Universidad Politécnica de Catalunya. Se puede descargar en:

[xvi] http://movimientotransicion.pbworks.com/f/De+la+idea+a+la+acci%C3%B3n%3B+Aprendiendo+del+Movimiento+Transition+Towns+-+Juan+Del+R%C3%ADo.pdf

[xvii] http://www.rtve.es/television/20100208/escarabajoverde-pueblos-transicion/317064.shtml

[xviii] https://barcelonaentransicio.wordpress.com/2011/07/20/2011-transition-network-conference/

[xix] http://www.youtube.com/watch?v=80UdS9WuQXA

[xx] Meadows, Donella (2009).«Leverage Points–Places to Intervene in a System».London. Earthscan.

Entrevista Ada Colau

NUEVA DIRECCION

El 15M y la tradición libertaria

NUEVA DIRECCION

 

Tomás Ibáñez

Más allá de nuestras simpatías, de nuestras reticencias o simplemente de nuestra ambivalencia hacia el movimiento del 15M dos hechos parecen incontrovertibles.

El primero es que la irrupción del 15M, irrupción cuya intensidad nadie podía prever a pesar de que ya se habían manifestado algunos signos precursores, ha marcado de forma nítida un antes y un después en el escenario de las protestas y de la conflictividad colectiva. Para convencerse de ello basta con comparar el eco encontrado por las convocatorias lanzadas estos últimos años al margen de las grandes organizaciones sindicales o políticas, con el multitudinario y sorprendente éxito de participación que ha acompañado sus convocatorias. Es obvio que antes de la aparición del 15M se habría tachado de totalmente insensato a cualquiera que hubiese pronosticado una asistencia de más de cien mil personas el 15 de octubre en las calles de Barcelona.

En un plano cualitativo la valoración es sin duda más discutible y depende en gran medida de nuestra actitud hacia el 15M. Sin embargo, creo que es razonable  afirmar que  la movilización iniciada el 15 de mayo no se ha limitado a acrecentar de forma considerable el número de personas dispuestas a ocupar las calles, sino que ha engendrado un movimiento social novedoso e innovador. Un movimiento que será muy probablemente efímero si tomamos como criterio su particular configuración actual, pero que se perfila como un fenómeno de larga duración si nos remitimos a sus rasgos más fundamentales.

El segundo hecho,  que se impone con claridad a cualquier observador,  es el carácter extraordinariamente heterogéneo del 15M. Esta heterogeneidad, que ha sido fuente de un sinfín de contradicciones y de tensiones internas, era inevitable en la medida en que las decenas de miles de personas que confluyeron repentinamente en las calles pertenecían a muy diversas condiciones sociales, eran portadoras de distintas sensibilidades políticas, y  carecían de un bagaje compartido de experiencias de lucha. Así mismo, la gran diversidad de los factores económicos, sociales y políticos negativos que saturan la coyuntura actual, y que sin duda han propiciado las inesperadas cifras de participación, constituye otro de los elementos que explican esta heterogeneidad.

La conjunción de su carácter multitudinario y de su heterogeneidad constitutiva dejaba presagiar que el 15M plantearía un mosaico de reivindicaciones dispares y concretas, pero que su orientación general se inclinaría hacia la moderación. Insurrección contra las insuficiencias, las desviaciones, los abusos y las disfunciones del sistema más que contra el propio sistema. Exigencia de rectificaciones y de mejoramientos más que de una transformación radical. Mayor justicia social, mejores cauces de participación política, mayor transparencia y menor corrupción, viviendas más asequibles, mayor control de las entidades financieras, mantenimiento de los servicios públicos y de los derechos sociales… etc., el mapa configurado por estos aspectos explica que  se haya llegado a considerar, no sin cierta razón, que el 15M no era sino la manifestación de las frustraciones y de las decepciones de las clases medias ante unas expectativas que se veían truncadas por la crisis y frente a unas promesas de promoción social y de bienestar que el sistema estaba incumpliendo de forma creciente. En definitiva, cabreo y protesta de los ciudadanos ante el maltrato al que se sienten sometidos por parte de las instituciones y de los poderes fácticos, más que rebelión de los excluidos, marginados y explotados, movimiento ciudadanista más que insurgencia de quienes no aceptan el sistema ni se conforman con reformarlo. 

Y aquí se manifiesta ya una primera diferencia radical con los planteamientos libertarios puesto que estos últimos son claramente inseparables de la voluntad de impulsar una subversión radical del sistema social existente por considerarlo totalmente incompatible con la consecución de la libertad entre iguales. No cabe la más mínima  duda, si se considera sus contenidos reivindicativos y  sus objetivos generales, el 15M dista enormemente de asemejarse a un movimiento de orientación libertaria. Es más, si no fuese porque padecen directamente o de forma muy cercana los efectos de “la crisis”, buena parte de sus integrantes no tendrían nada que objetar, o muy poco, en contra del vigente sistema social.

Sin embargo, todo cambia cuando dirigimos la mirada hacia las formas organizativas y hacia las prácticas de lucha que ha desarrollado el 15M, porque aquí sí que se evidencian amplias resonancias con los principios libertarios. Horizontalidad, asambleísmo, rechazo de los funcionamientos jerárquicos, ausencia de instancias centrales, búsqueda del consenso en las decisiones, libre circulación de la palabra, rotación de las responsabilidades, autogestión de las tareas y de los recursos, acción directa…etc. No cabe, aquí tampoco, duda alguna, el 15M es profundamente libertario en su praxis y en los principios sobre los que esta descansa.

Sin embargo, el hecho de que el 15M desarrolle, en cuanto a sus formas de hacer, unas prácticas que se asemejan a las que caracterizan al movimiento libertario no debe inducir a confusión.  El 15M no se reivindica de una tradición política ya existente, ni se identifica con ninguna de ellas. Se trata de un movimiento que pretende crear su propio marco de referencia y construir paso a paso su propia tradición.

Aquí aparece por lo tanto una segunda diferencia radical con los planteamientos libertarios puesto que estos reenvían lógicamente a una tradición política bien precisa,  se definen en referencia a esa tradición, y adquieren sentido en su seno. El hecho de  que el 15M no sitúe sus señas de identidad en ninguna tradición política concreta, y sea incluso reacio a hacerlo, presenta, por supuesto, inconvenientes y ventajas. Inconvenientes porque se corre entonces el riesgo de desperdiciar energías para volver a inventar lo que ya está inventado, y también de repetir errores que ya se cometieron. Pero también presenta ventajas porque permite desprenderse de inercias que dificultan la libre experimentación, y por lo tanto la innovación, permite prescindir de esquemas preestablecidos que siempre condicionan la mirada, y libera de unas herencias históricas que alimentan provechosamente los discursos emancipadores pero que también los hipotecan y los esterilizan.

Escasamente libertario tanto en cuanto a sus reivindicaciones explicitas como a sus objetivos generales, bastante libertario, sin embargo, desde el punto de vista de sus prácticas, pero sin asumir como propia  la tradición libertaria…. es obvio que el 15M desafía los esquemas de análisis habituales y no se deja descifrar fácilmente a partir de las categorías al uso. Lo más pertinente consiste pues en dejar de considerarlo a partir de cualquier  referencia a la tradición libertaria, renunciar a escrutarlo en busca de similitudes y de diferencias con esa tradición, y dejar de evaluarlo en función de si constituye una prolongación, una nueva manifestación, o un resurgir, de esa tradición. El 15M no reproduce elementos de la tradición libertaria, se trata de un fenómeno original, propio de las condiciones socio políticas de los inicios del siglo XXI, y su eventual capacidad para crear algo que resulte novedoso proviene precisamente de su arraigo en esas condiciones especificas.

La originalidad del 15M consiste en que se trata de un acontecimiento, en el pleno sentido de la palabra, que introduce en el escenario político novedades cargadas de una incuestionable radicalidad política que contrasta curiosamente con la ausencia de radicalidad de sus reivindicaciones explicitas. Entenderemos mejor lo que pretendo decir si esbozamos las diferencias entre las movilizaciones del movimiento del 15M y las anteriores grandes movilizaciones, como por ejemplo las que se llevaron a cabo contra la guerra de Irak, y si, a la inversa, pensamos en las similitudes con lo que aconteció en Francia en Mayo del 68. En las anteriores movilizaciones la gente se lanzaba a la calle para expresar su protesta contra tal o cual decisión o actuación que consideraba inaceptable, se trataba antes que nada de visibilizar el desacuerdo, de expresarse colectivamente  y, en el mejor de los casos, de forzar un cambio en las decisiones o en las actuaciones que se cuestionaban. La movilización tenía pues una doble función,  expresiva por una parte e instrumental por otra, y toda ella se agotaba en el motivo concreto que la había desencadenado y en las dos funciones que cumplía.

Lo que ha ocurrido con el 15M es algo bien distinto. Aunque el punto de partida fuese la habitual concentración popular para expresar una protesta y plantear una exigencia, muy pronto esto se transformó en un fenómeno diferente. Las miles de personas que invadían las calles y las plazas no lo hacían solamente para “manifestarse” contra aquello o a favor de esto, sino que lo hacían también para “instituirse”, o más exactamente, para “auto-instituirse” como “sujeto de un procesos político”. Y ese es un proceso bastante parecido, salvando todas las distancias, a lo que ocurrió en Francia en Mayo del 68.

Ese proceso de auto-institución ha requerido que la gente se organice, debata, elabore colectivamente un discurso político propio, y construya en común los elementos necesarios para posibilitar el mantenimiento de la movilización y el desarrollo de la acción política.

La importancia que adquirió en el seno del movimiento el rechazo de la representación (el famoso « no nos representan », claro,  pero acompañado además por la  negativa a ser representados por instancias permanentes: “nadie puede arrogarse el derecho de representarnos”…) indica cual fue la novedad que introdujo el movimiento en el tablero político convencional. En efecto, se producía una ruptura radical con las prácticas que consistían en responder a unas agendas elaboradas externamente,  es decir por otros que por las personas efectivamente movilizadas. En las plazas públicas, desviadas de sus usos convencionales y autorizados, la imaginación se puso a trabajar para crear espacios, construir condiciones, y elaborar procedimientos que permitiesen a la gente elaborar por si mima y colectivamente su propia agenda, al margen de las agendas ideológicas pre establecidas e importadas.

A partir del momento en que el rechazo de la representación se constituyó como principio activo de la acción del 15M los únicos discursos, los únicos compromisos que se reconocían y que se asumían  como  legítimos eran los que provenían del interior mismo del movimiento, los que se engendraban en su seno. Solo se aceptaba lo que el movimiento producía por sí mismo, de manera autónoma, siguiendo las reglas del libre debate en un marco no jerárquico.

Hoy, ante lo azaroso que resulta predecir la evolución del 15M algunos de los que se muestran fuertemente críticos con el movimiento porque no reproduce claramente los contenidos libertarios y porque carece de ímpetu revolucionario, se curan en salud y sugieren que debemos conceder, sin embargo, un margen de confianza al 15M y esperar un tiempo para  ver si corrige su trayectoria, si cambia de rumbo y si  evoluciona finalmente en la buena dirección. Este tipo de análisis crítico que supedita el valor del movimiento a lo que este pueda llegar a ser en el futuro, y al grado en que se asemejará a lo que tipificamos como un movimiento revolucionario y libertario,  evidencia la dificultad que encontramos para desprendernos de nuestros esquemas preestablecidos, percibir la realidad sin nuestras anteojeras políticas, y para captar lo novedoso.

En efecto, si el 15M merece nuestra consideración no es en función de lo que alcanzará a ser en un futuro más o menos lejano,  sino en razón de lo que ya ha realizado en el presente. La irrupción del 15M en las plazas públicas representa un hito de un alcance extraordinario independientemente de cual pueda ser su desarrollo  y su itinerario  posterior. Obviamente, nadie puede predecir cuál será el futuro del 15M, pero su valor no depende del camino que recorrerá ni de la meta que alcanzará sino que radica en aquello que su andadura actual ya ha proporcionado. Y lo que esta andadura ya ha dado de sí es de un alcance valiosísimo, no solo, que ya es mucho, porque el 15M ha provocado en el imaginario político una profunda brecha que socava el principio ideológico de la representación, y que hace recaer en las personas movilizadas todas las decisiones relativas a lo que hay que hacer y cómo hay que hacerlo. Sino también porque ha creado las condiciones para que se forme, sobre el terreno y bregando con las exigencias y con las prácticas reales de la auto organización y de la autogestión, una nueva generación de activistas y de espíritus críticos que aún están librando sus primeras escaramuzas pero que parecen querer cultivar durante largo tiempo el ferviente deseo y el fuerte compromiso de no dar tregua al sistema y de hostigarlo sin descanso.

En conclusión, si bien es cierto que el 15M transcurre por unos cauces que son independientes de aquellos por los que transcurre el movimiento libertario y reviste unas características que no provienen de ese movimiento, no deja de ser cierto que se inscribe en una tendencia histórica general de la que también forma parte la tradición libertaria. Si algo caracteriza profundamente al 15M es su férrea voluntad de autonomía, una  reivindicación generalizada de autonomía y de autodeterminación que le conmina a fijar sus propios objetivos y a determinas sus propias formas de ser, así como a rechazar  la dominación, a  no dejarse tutelar por ninguna instancia externa, y a decidir y actuar por sí mismo. El hecho de que el 15M enarbole estos valores y estos principios evidencia, por una parte, que estos no son patrimonio exclusivo de la tradición libertaria, e indica al mismo tiempo el parentesco ideológico que  aúna entre sí al 15M y a la tradición libertaria.

Creo que queda bastante claro que, desde la postura que expreso, lo peor que le podría pasar al 15M y al propio porvenir del antagonismo social sería que el 15M se dejase tutelar por el movimiento libertario, globalmente o por cualquier de sus variantes, o que asumiese como propio los principios y finalidades del movimiento libertario. Cuando digo “lo peor”, hay que entender, claro está, exceptuando la nefasta pero muy seria posibilidad de que acabe siendo tutelado por  algún partido de izquierda, por formaciones de extrema izquierda o por grupos nacionalistas. Hecha esta matización, si en algo puede contribuir el 15M al desarrollo de la tendencia histórica de lucha contra la dominación en la que se inscribe la tradición libertaria es con la condición de que camine con independencia de cualquier mimetismo respecto de esa tradición.

Publicado en noviembre 2011.