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Polémica

El asesinato de Salvador Seguí

El asesinato de Salvador Seguí

Manuel Salas

No sentimos inclinación al anulador y pernicioso culto a la personalidad y menos aún, al farisaico sentimiento reverencial de los muertos. Sin embargo, por los ásperos caminos de la historia del movimiento obrero han pasado figuras cuya actuación, sacrificio y capacidad son ineludible punto de referencia para comprender la ejemplaridad de su conducta, la magnitud de las ideas que proclamaron y defendieron y la generosa entrega que de su libertad y aun de su vida hicieron para que esa dignidad que reclamaron para sus compañeros de clase no fuese atropellada por la injusticia y la ambición. Posiblemente, en la creciente degradación de la conciencia colectiva de esta humanidad sometida de grado o por fuerza a sistemas y estándares de vida propiciadores del gregarismo y la masificación, las figuras singulares de aquellos luchadores; hoy son casi impensables. Sería abrumador y doloroso recordar el inacabable censo de hombres y mujeres inmolados en la angustiosa reivindicación de sus derechos y libertades. Al cumplirse en estos días el sesenta aniversario del salvaje asesinato de Salvador Seguí, no hemos podido sustraernos al influjo de su obra militante en la Confederación Nacional del Trabajo, y de su trágica muerte en la tarde del 10 de marzo de 1923, junto al compañero Francesc Comas Paronas, que le acompañaba en aquel infausto momento.

No es infrecuente que algunos filósofos o historiadores quieran atribuir a los militantes libertarios un paralelismo místico cercano al de los mártires del cristianismo. El hecho de que El Noi del Sucre fuese victimado a los 33 años de su vida, al igual que se cuenta del legendario Cristo, podría robustecer esa singular e interesada teoría.

Pero Seguí fue víctima de las bandas de pistoleros del «Libre», de la vesania del poder político y policial al servicio de los intereses de la burguesía y los oligarcas que veían en él al hombre capaz de interpretar y galvanizar a los trabajadores para que éstos fuesen nunca jamás considerados como esclavos o mercancía.[i]

Las actuales generaciones desconocen la existencia de muchos hombres que contribuyeron decisivamente a alcanzar unas libertades y unas condiciones de vida que ellos apenas pudieron disfrutar. De ahí que pretendamos hacer una semblanza del pensamiento y la acción de este hombre singular, cuyo vil asesinato denigrará para siempre a sus victimarios y a sus inductores.

Salvador Seguí Rubinat nació en Lérida el 23 de diciembre de 1886. Sus padres se trasladaron a Barcelona, siendo niño, y en ella permaneció hasta su muerte. Su inquietud le impulsó bien joven a participar en cuantos acontecimientos colectivos se sucedían, bien fueran a nivel de juegos callejeros o en protestas y manifestaciones más definidas, hasta el punto que a los 12 años ya sufrió su primera detención, por curiosear en una refriega entre huelguistas metalúrgicos y la policía. No tarda en formar parte de la Junta de la Sociedad de Pintores, y tras una larga detención, toma parte en los sucesos de «La semana trágica», lo que le obligó a trasladarse al pueblecito de Gualba, donde trabajó como pintor.

Hijo único, su padre hubiera querido que sintiese inclinación por el estudio. No hubo nada que hacer. El afirmaba que «en la calle también se aprende», y a los diez años se obstinó en querer trabajar, contra la voluntad de sus padres. Esa negativa, impulsó a Seguí a estar tres días sin aparecer por su casa. Vagabundeó por el muelle y por Montjuïc, hasta que pudieron localizarlo. Su padre accedió, y lo llevó a trabajar a la panadería donde él trabajaba. La primera amonestación del patrón bastó para que no volviese más. Tras varios trabajos, entre los que hay que señalar el de una refinería de azúcar, que dio motivo a su apodo, aprendió el oficio de pintor. Pero no aguantó órdenes de nadie, cambiando de patrón más que de camisa. Enfermó su padre y, como por ensalmo, toda su inquietud se calmó y trabajó duro y con tesón hasta que su padre se restableció, y con la salud de su padre él recuperó también su libertad de andar de un lado para otro. En ese trajín constante, conoció a un compañero que le procuró algunos folletos y libros anarquistas. Y eso fue la causa de que, sin renunciar a ese contacto permanente con las gentes y la calle, se entregase con afán a estudiar y aprender cuanto pensaba podía ayudarle en su formación.

Como a tantos otros, la influencia de las lecturas le llevó a un verbalismo demoledor, y con otros amigos, formaron un grupo tan iconoclasta e inconformista que llamaron «Los hijos sin nombre». Inútil decir que en sus reuniones no quedaba títere con cabeza. Su inconformismo verbal era vigoroso e inextinguible; no así sus recursos que, al considerarse hombres libres y no admitir la explotación, les llevaba al olvido del trabajo con que obtener algo para calentar el estómago. Seguí no padeció grandemente esta carencia, pues en su casa siempre tenía un plato de comida, pero muchas veces, su amor propio le hacía renunciar a esa seguridad, pasando las mismas privaciones que sus amigos.

Ese período de su vida está lleno de anécdotas interesantes que reflejan el hombre vital, directo y sincero que fue toda su vida. Ese sarampión al que pocos jóvenes escapan, afortunadamente, pasó y dio lugar a otro período de reflexión y serenidad, que puso en su conocimiento la hondura y la amplitud necesaria. «Los hijo sin nombre» quedaron olvidados en su propio anonimato y una tertulia que se mantenía en el Café Español, fue la Universidad en la que El Noi se consolidó y aumentó día tras día, despertaron el interés de numerosos intelectuales, que acudían a ella con frecuencia. Entre los escritores, Camba, Baroja y otros fueron visitantes bastante asiduos, junto con una fauna cosmopolita de bohemios, nihilistas, socialistas, trashumantes... También era un lugar, bien conocido por la policía, que sabía que en cualquier momento, siempre encontraría allí inquilinos para los calabozos de sus comisarías y cárceles.

Eran los tiempos duros en que el terrorismo empezó a ensangrentar las calles de Barcelona. La época siniestra de Martínez Anido, Arlegui y el barón de Koening, con sus bandas de pistoleros y confidentes.

Salvador Seguí era ya un militante destacado y capaz en las filas de la Confederación Nacional del Trabajo. Conferenciante brillante, recorrió la geografía peninsular en actos de propaganda y mítines. En el Congreso de la Comedia, en 1919, asistió como delegado y pronunció junto con Pestaña, sendas conferencias en la capital madrileña. Su popularidad fue pasto de periodistas. Un reportero, despistado, le abordó para preguntarle el porqué de su nombre. «¡Hombre!, pues de tan dulce como soy. ¿Qué no ve que atraigo hasta las moscas?»

Su intensa militancia y su firmeza, junto a una intuición sorprendente de las situaciones, hicieron de él uno de los más valiosos dirigentes de la CNT. Polemista agudo e incisivo, su gran corpachón culminado por un rostro en el que campeaba la nobleza, imponía un gran respeto a sus adversarios que no encontraban fisuras por donde resquebrajar su integridad.

En julio de 1916, la CNT invitó a la UGT a un cambio de impresiones para la alianza de las dos fuerzas sindicales. Seguí participó en ellas y fue detenido con todos los demás representantes sindicales asistentes a la misma.

En noviembre de 1916 se produce un paro general de 24 horas en toda España, de ambas fuerzas, y en agosto de 1917, se declara la huelga general en todo el país que tuvo resonancias importantísimas, aun cuando las dilaciones por parte de la UGT pusieron en grave riesgo este movimiento.[ii]

El Congreso Regional de 1918, en Sants, marca el paso de las antiguas sociedades obreras a Sindicatos Únicos, y en él Seguí hace una brillante y razonada exposición de la conveniencia de este cambio.

En esas fechas, los conflictos sociales se incrementan, culminando en el de La Canadiense, con el que el Gobierno quiere dar la batalla a la CNT, y es de nuevo la intuición de Seguí, en el memorable discurso de Las Arenas, que desbarata y hace posible el final positivo de aquel gravísimo y prolongado conflicto.[iii]

Entre detenciones y espacios de libertad, Seguí sigue trabajando infatigablemente y dando muestras de su claro concepto del Sindicato y de la lucha obrera, hasta que es detenido y conducido al penal de La Mola, en Mahón, junto con otros sindicalistas y políticos. Allí pronunciaría su importante conferencia sobre «Anarquismo y Sindicalismo», el 31 de diciembre de 1920, alguna de cuyas ideas reproducimos en este emocionado recuerdo y homenaje al destacado luchador y organizador que fue Salvador Seguí El Noi del Sucre.

Es creencia general que Sindicalismo no significa nada. Los equívocos que se han formado son tantos y de tal magnitud, algunos, que conviene de una vez para siempre deshacerlos. Que el Sindicalismo no sería nada sin la espiritualidad irradiada del Anarquismo, como algunos afirman, condicionalmente es verdad. Nada más que condicionalmente.

Qué es el anarquismo

Anarquismo es una gradación del pensamiento humano. Diríamos mejor, es la más alta gradación del pensamiento humano. Es una lógica consecuencia de las diversas fases que a través del tiempo han sufrido las ideas, tamizadas por el sentimiento.

Todas las ideas, sin los hombres que las crean, no son nada. La Anarquía, repitámoslo, no es anterior al hombre, porque si así fuere, los anarquistas dejarían de ser espiritual y moralmente lo que fueron y lo que son, para rendir culto fanáticamente a lo sobrenatural. En tal caso, los principios anarquistas no se diferenciarían de los principios deístas.

Y precisamente, por ser las ideas creadas y concebidas por los hombres, tienen constancia y valor humano. De lo contrario serían un valor negativo. Toda idea que no pase por los procesos de la evolución, no será sino una elucubración mental. El Anarquismo debió pasar por ese proceso evolutivo para poder ser concebido como manifestación humana.

Todas las ideas, desde las más modestas hasta las más audaces, han pasado por ese proceso. Lo demuestra el hecho de que ni una sola ha sido plasmada en realidad, llevada a la práctica, en su concepción primitiva y en su integridad. Así las religiones, todas las concepciones filosóficas, económicas y políticas, así también nuestras ideas. Ahora bien; con cuanta más fe y más íntegramente sea planteada la lucha, más pronto y más felizmente se llegará a la realización de las ideas. Tened en cuenta también que aquéllas pierden la integridad de su concepción originaria, y pueden bifurcarse para ser llevadas a la práctica, por nuevos caminos abiertos para su inmediata realización.

Una idea puede dar margen a nuevas concepciones ideológicas, y puede ser motivo para crear organizaciones que basándose en la concepción espiritual de la misma, cree otras nuevas. Y aun cuando no sean las mismas, fundamentalmente en nada pueden diferenciarse...

Qué es el sindicalismo

Eso ocurre con el Sindicalismo. Este es la base, la orientación económica del Anarquismo. Porque la Anarquía no es un ideal de realización inmediata... Hagamos otra afirmación diciendo que siendo la concepción ideal de la vida de los hombres, no llegará a tener realización porque es una perfección extraordinaria del pensamiento. El Anarquismo no llegará a plasmar en realidad en su verdadera filosofía. Sería tanto como definirlo y limitarlo. No tiene un origen material. No nace en un punto para morir en otro. Es propio de la inteligencia y del sentimiento. Por esa razón, Anarquismo es ya individualismo. Y en él hay también la concepción colectivista que acepta aquellas cosas del Anarquismo de más fácil realización.

¿Y qué significación tiene el Sindicalismo?

Históricamente, es la condensación del pensamiento al que dieron vida los compañeros de la Internacional; prácticamente es el instrumento del Anarquismo para llevar a la práctica lo más inmediato de su doctrina.

"Hay quien dice que el Sindicato no es nada. Es un error esta afirmación. El Sindicato es cerebro y brazo. No se comprende el uno sin el otro. El Sindicalismo tiende a usufructuar las prerrogativas que le son propias en el orden social.

También se afirma que el Sindicalismo no tiene ideas propias. Eso no es cierto. En los Congresos de los años 1910, 1915, 1916, 1918 y 1919, el Sindicalismo llegó a precisar que se apoderaría de los instrumentos de trabajo. El Sindicalismo recibió del Anarquismo alma y espíritu. ¿Quién niega que el Sindicalismo plantea y resuelve el problema económico? ¿Y quién puede negar que el Sindicalismo revolucionario y libertario en su concepción económica, es el auxiliar feliz y poderoso del Anarquismo?

He aquí la virtualidad del Sindicalismo: relevar y sustituir los factores del capitalismo y de la burguesía. Por esa razón no estamos de acuerdo con los socialistas. Ellos hacen hombres que no creen en su personalidad, y con la obra que realizan retardan el momento de la posesión integral de las prerrogativas sociales del hombre.

Mientras haya quien crea que los problemas no los debemos resolver por nosotros mismos, sino que su solución depende de otros, el hombre no hará jamás nada. Quien crea en la organización estatal es un esclavo. [...] Sindicalismo es la agrupación natural orientada de los elementos de una misma profesión, y esta organización orientada en un sentido revolucionario y libertario, se acerca al Anarquismo. ¿Quiénes, sino los trabajadores, pueden llevar a cabo un movimiento de renovación?

Mas dudo haya nadie que crea asistir a la derrota de los valores económicos del mundo capitalista, de las viejas y falsas concepciones burguesas, sustituyendo valores y concepciones con los problemas que en su integridad plantea el Anarquismo. La misión de los anarquistas en los Sindicatos está en velar por la vida de éstos y orientarlos. Sin embargo, no son los grupos anarquistas ni las organizaciones estatales quienes tienen que organizar y regularizar la producción. Son los Sindicatos. A los Sindicatos han de ir a darles fuerza y relieve los sectores de la acción y la educación.

Se nos presenta otro punto importante que el proletariado debe resolver. El de la cultura. ¿Qué harán los trabajadores al día siguiente de la revolución con respecto a ese problema? ¿Qué harán de los Ateneos, de las Escuelas, de las Bibliotecas, de los Institutos profesionales?

Si nuestra preparación es lo fecunda que deseamos, al día siguiente de la revolución, destruiremos todo cuanto en el orden de la cultura nos pueda ser perjudicial. En previsión, hemos de crear nuestras Universidades y nuestros Ateneos.

Si no podemos, si los acontecimientos nos sorprendieran, nos aprovecharíamos de lo que hubiese realizado la burguesía en este sentido. Lo que sí haremos, aun en último caso, es arrancar de cuajo lo malo, lo perverso y lo inútil...

Y ahora, amigos míos, dejadme que diga esta noche mis últimas palabras. Que en estas horas en las que nos une el dolor y una luminosa esperanza de manumisión económica y espiritual, hagamos una profesión de fe, de constancia en el propósito y de confianza en nosotros mismos. No creáis en los hombres, en cuanto eso pueda significar una hipoteca de vuestra voluntad; creed, mejor, en cada uno de vosotros...

Pese a su total entrega y a la ejemplaridad de su conducta, Seguí, como tantos otros; no pudo escapar a la destructora ponzoña de las insidias y la maledicencia.

El permanente afán de Seguí de capacitarse y aprender para que su labor fuese más consciente en la defensa de sus ideas, le llevó a relacionarse con periodistas, intelectuales y políticos de izquierda. Su amistad con Oriol Martorell, concejal del Ayuntamiento de Barcelona, en los años 1908-1909, fue motivo para que empezase a circular la especie de que Seguí iba a fundar con algunos intelectuales un «Partido posibilista». El hecho de que El Noi frecuentase la peña intelectual del Café Suizo, en las Ramblas, a la que acudían los Alomar, Iglesias, Gener, Albert, Tintoré, etc., fue pretexto para urdir las más absurdas e interesantes calumnias. No andaban ajenos a estos afanes elementos de la gran patronal que hicieron circular la noticia de que Seguí y Pestaña, «con el dinero de las cuotas de los trabajadores» habían comprado casa propia nada menos que en el Paseo de Gracia barcelonés.

El relevante papel que Seguí desempeñaba en la Organización con federal[iv] era a causa de todas las especulaciones, a las que siempre fue ajeno. A raíz de la campaña electoral subsiguiente al fracaso de la huelga general de 1917, Julián Besteiro, intentó incluir a Seguí en la lista de candidatos, junto a Largo Caballero, a lo que El Noi del Sucre se negó rotundamente.

Junto a García Oliver y Antonio Amador, en un mitin celebrado en Reus, en 1921, Seguí, de manera clara y rotunda, reafirmó los principios apolíticos de la CNT, responsabilizando a los políticos de parte de la represión desatada en aquellas fechas contra los Sindicatos y militantes confederales.

Es bien conocida la campaña orquestada por el periodista Paco Madrid en la que se afirmaba la inclusión de Seguí en la lista de candidatos republicanos a diputados. Cuando, ante el silencio de Seguí, que raramente hacía caso de esas campañas, la organización requirió al periodista para que aclarase el origen de su «información», éste respondió diciendo que, en periodismo, lo importante era la «primicia informativa», y que eso era lo que él había perseguido con sus artículos.

Incluso el propio Pestaña, recién llegado de Argel, se mostró hostil a Seguí, acusándole de «reformista». Pestaña, en aquella época, parecía ser el exponente del Anarquismo y Seguí del Sindicalismo, en el seno del movimiento confederal.

No siempre fue paciente la actitud de Seguí, frente a estas manifestaciones periodísticas. Cuenta Manuel Buenacasa que, a raíz de una huelga general de la Construcción, ganada por la acción directa de los trabajadores, el corresponsal de un diario madrileño, insinuó que el Comité se había vendido a los patronos. «Fue Seguí quien vino a verme, y tras leerme el artículo en cuestión, me preguntó: "¿Y qué pensáis hacer?" Me encogí de hombros, no sabiendo qué responderle. Me cogió por un brazo, llevándome hasta un café, frente a Canaletas, y señalando a un "cliente", me dijo: "Ahí tienes al tipo que ha querido deshonrarnos", y sin más espera, le atizó dos sonoras bofetadas que el "periodista" encajó sin rechistar. Se organizó un gran escándalo, y a un policía que acudió para ver lo que pasaba, lo echó a un lado, diciéndole: "Usted calle y escuche", mientras decía al periodista: "Usted va a desmentir ahora mismo lo que ha dicho; y si no ya sabe lo que le toca". Por descontado que el diario hizo pública la rectificación al día siguiente.»

Otro rasgo descollante en Seguí era el generoso tributo de su solidaridad y compañerismo. En los tiempos normales, en que El Noi podía vivir con su familia, raro era el día que no acarreaba a su casa un par de invitados, si no eran más. Teresa Montaner, su compañera, con un niño y una niña pequeños, atendía lo mejor que podía a cuantos allí buscaban refugio y solidaridad.

La sistemática persecución de militantes por las bandas de pistoleros libreños, aconsejó a Seguí trasladarse a la región levantina, donde los compañeros albergaron a la familia Seguí durante algún tiempo. Aun en esa situación, El Noi no vacilaba en hacer cuanto hiciese falta por la organización. A raíz de un suceso provocado por un teniente de la Guardia Civil que, al clausurar la Escuela Racionalista en Cullera, había maltratado a los miembros del Comité comarcal, a uno de los cuales propinó un brutal puntapié en el vientre que le produjo una peritonitis traumática, por lo que hubo de ser hospitalizado, siendo procesado el doctor Salgado que certificó el diagnóstico. Seguí visitó a un abogado en Valencia para obtener la revisión de aquel arbitrario atropello. Llevó su aliento a los compañeros presos en la cárcel levantina y pensó que era ya tiempo de regresar a Barcelona, pues su presencia en Cullera ya había sido detectada hasta el punto de que pudo ser abortado un atentado en Sollana merced a la atenta vigilancia de los militantes de aquella comarca.

El 1 de marzo de 1923 pronunció en Manresa su última conferencia. Los compañeros le aconsejaron que no debía regresar a Barcelona, temerosos de la situación cada vez más grave que se creaba a los militantes cenetistas, principalmente. Tranquilizó a los compañeros, asegurándoles que pensaba regresar para conseguir marchar al extranjero.

No pudo hacerlo. Emilio Junoy, senador liberal destacado, que se complacía con la amistad de Seguí, comparándolo con Bakunin afirmó de él: «A Seguí lo ahorcarán en Barcelona –no si yo estoy con vida– o lo asesinarán por la espalda»

Y por la espalda lo mataron el 10 de marzo de 1923.



[i] Aun cuando la nómina de los asesinos a sueldo que integraban las bandas de pistoleros subvencionados por prepotentes caciques de la burguesía, como Graupera, Muntadas y otros, difícilmente podrá ser conocida, hay datos suficientes para probar la intervención directa, en el asesinato de Seguí, del confidente lnocencio Feced que, años más tarde, quiso chantajear a Pestaña, ofreciéndole por una crecida cantidad de dinero, documentos en los que se citaban los nombres de quienes habían organizado, pagado y ejecutado todos los asesinatos de militantes de la CNT. La negativa de Pestaña, no impidió que, pasado el tiempo, se publicasen dichos documentos, en los que curiosamente el nombre de Feced no aparecía implicado, salvo en el de Seguí, respecto del cual había afirmado: «A ese lo mato yo».

[ii] En junio de 1917, y como consecuencia de los compromisos existentes entre la CNT y la UGT para la declaración de la huelga general revolucionaria para derrocar al régimen, y ante la injustificada tardanza de los socialistas para fijar la fecha de la misma, tiene lugar en Las Planas, en plena montaña, una reunión clandestina a la que asiste por la UGT, su vicepresidente Largo Caballero. Las explicaciones de éste fueron poco convincentes, ya que quedaban subordinadas a los resultados políticos de la Asamblea de Parlamentarios, mientras que la intensa actividad de los hombres de la CNT en la preparación material del movimiento ponía en grave riesgo los planes y los medios que se iban acumulando. El intento de Largo Caballero para apaciguar a la CNT fue inútil. En una reunión previa celebrada en los locales de la calle Mercaders, se había mantenido la postura de que en la reunión con los socialistas se fijase la fecha de la huelga general. Finalizada la reunión, y mientras Seguí esperaba al compañero que había de conducirle a Las Planas, inesperadamente, se dio aviso de que la policía se dirigía a los locales de la CNT. Cada uno salió como pudo del local, y Seguí, al saltar por un balcón a la calle, se dislocó una pierna, lo que dificultó su huida. Ayudado Por el compañero Arnó, de Mataró, fue atendido en casa de otros compañeros, no pudiendo acudir a Las Planas. Cuando, por la noche, se informó a Seguí de los resultados de la reunión, dijo: «Me parece que debíamos haber emplazado definitivamente a la UGT y desligarnos de compromisos si no se tiene la seguridad de un aceleramiento; nuestros hombres y nuestra organización están expuestos en cualquier momento, a ser copados». Esta actitud determinó un rápido viaje a Madrid para fijar la fecha y la contraseña que se publicaría en El Socialista y toda la prensa nacional, con la frase: «Cosas veredes, que dijo el Cid», con lo que quedaba fijado el compromiso y la fecha para la huelga de 1917.

[iii] La huelga de La Canadiense fue un exponente de la capacidad y recursos de los Sindicatos. La ordenación y desarrollo del paro, fue un alarde de eficacia y de solidaridad. La estrategia empleada desconcertaba a la burguesía y a los gobernantes. Un día los transportes, otro los servicios públicos, la implantación de la «censura obrera», en la que los tipógrafos se negaban a componer las noticias tendenciosas sobre la huelga, rompían la resistencia patronal. De ahí que indujesen a elementos provocadores para instigar a los obreros a actitudes desesperadas. Seguí se dio cuenta de este intento de llevar a los trabajadores a actos que fueran pretexto para una masacre sangrienta, y usó de su persuasión y de su influencia moral, para conducir el final de aquella huelga por cauces legales y directos que pusieron al descubierto los planes siniestros de aquella patronal inhumana.

[iv] Fue secretario general de la misma en algún período.

Artículo publicado en Polémica, n.º 7, abril de 1983.

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